sábado, 21 de septiembre de 2019

Un viaje al que no regresaré.


Un viaje al que no regresaré.
Tardé mucho en decidirme a contar sobre este viaje, es que no lo había pensado como tal, pues durante años solo lo llame aventura.
Serían las 07 AM, todos dormían en casa, desperté a Juan, mi único hermano por ese entonces, con la mochila ya lista. Tenía que llevarlo conmigo, tomando en cuenta que es un gran conocedor del monte y experto a la hora de elegir los caminos. Nos escurrimos sin que nadie se diera cuenta por el lugar acostumbrado, la ventana del baño.

Una vez afuera corrimos agachados como si estuviéramos huyendo del enemigo, en una trinchera que se nos aparecía imaginaria. Cuando llegamos a la picada, enseguida nos adentramos en el monte, él dijo –Por aquí vamos-. Me sorprendió su decisión, no sabía qué habría por allí.  A medida que avanzábamos, el monte se cerraba sin parar. Las espinas de los algarrobos nos pinchaban, cada vez con más fuerza pero, él decidido no paraba ni para mirar si yo aún lo seguía.

Caminamos algo así como dos horas y, al fin llegamos a un claro donde solo había un hormiguero enorme. Nos sentamos al este, donde la sombra del gigante hormiguero nos cobijaba. Me pidió agua, revolvió la mochila buscándola y no encontró nada más que un poco de charqui y un par de galletas secas, además de una toalla grande. – ¿Y qué vamos hacer con esto? - preguntaba mientras sostenía la toalla sorprendido y medio enojado - ¿Y el agua?- Bueno nunca pensé que necesitaríamos agua, si el monte está lleno de agua…

-Allá, fíjate detrás tuyo, donde comienza el monte, vamos- me dijo apuntando con seguridad. Lo seguí y llegamos a una planta de tuna, se acercó y mientras hablaba. – ¡Mirá esto! tiene tres frutas, vamos a sacar dos. Siempre hay que dejar algo para que sigan creciendo, así si alguien necesita siempre va haber tunas  para todos- con cuidado fue sacando las frutas, -Las hojas de las tunas tienen unas espinitas finitas tenés que tener cuidado. - Él era genial, siempre sabía más que yo.

Ya habíamos descansado, así que seguimos. -¿A dónde vamos? pregunté- después de un rato me dijo –A darnos un baño-. Ya el sol estaba bien alto, cuando por fin llegamos a un enorme tajamar[i] que jamás había visto. – ¿De dónde salió esto? ¿Quién cavó este pozo tan grande Juan?- Me miró un rato y después me contó –Los de la estancia de Madariaga, para que los animales tengan agua si hay seca-

 Me paré en el borde y me sentía la Mujer Biónica, en alguno de esos diques donde siempre encontraba una bomba y salvaba a la humanidad. Juan se sacó la ropa y salto tan rápido que con el chapuzón, me mojó completa. – ¡Dale vení! Tirarte ¿o tenés miedo? ¡Ay la miedocita!- decía mientras se reía y daba golpes en el agua con sus dos brazos.  Me quede en bombacha y me tiré también, el agua cálida me recibió mientras flotaba boca arriba mirando el cielo. No había nubes, estaba limpio y celeste, era un cielo que solo existe en el campo. No sé cuánto tiempo estuvimos así flotando juntos en silencio -¡el silencio a veces dice tantas cosas! pensé.- Nosotros éramos hijos del silencio, en casa se hablaba poco, no había mucho para decir, porque había mucho para hacer, en la chacra, juntar las pichanas para hacer las escobas con la que limpiábamos la casa, las gallinas y los huevos… siempre haciendo algo no hacía falta el decir...

Ahora debajo de ese cielo infinito sin nubes, el estómago me decía que necesitaba más que silencios –Tengo hambre, un yaguaí[ii] tengo en la panza- dije mientras que las palabras retumbaban en todo mi cuerpo. Salimos del agua, nos vestimos. Nos sentamos en el pasto a comer el charque y las galletas. Cuando terminamos Juan me dijo - Vamos a buscar agua -, yo lo seguí sin preguntar, él sabía…

Nos metimos en una picadita del otro lado del tajamar, había un pozo tapado con troncos de palmas, corrió uno de los troncos y allí estaba… toda cubierta de unos camalotes chiquitos con flores blancas. Con el revés de la mano apartó hacia un lado los camalotitos y comenzó a sorber, igual a como hacen los caballos, -Rica y fresquita… ¡vení toma!- Me acerque tenía razón… ¡Que rica era!, todavía hoy pienso en esa agua cada vez que abro un grifo en cualquier parte del mundo. Cuando saciamos la sed, nos sentamos ahí  cerquita, debajo del algarrobo más grande, él cerró los ojos y me dijo –Escuchá Lili, es el viento, parecen las ánga[iii] paseando entre nosotros… cuando sea grande voy a cuidar el monte- Yo lo miré con la inocencia de la niñez y me dije –¡Mi hermano es un héroe seguro va a ser igual al hombre nuclear!-  nos quedamos un rato más hasta que decidimos volver. Sabíamos que en casa el teyuruguái[iv] nos esperaba, pero no importaba porque ese día, habíamos viajado juntos… un viaje irrepetible al que ya no regresaría jamás, un viaje al monte de la niñez. L.M.Robles



[i] Tajamarsignificado en regiones del Noroeste argentino. Aguada o pozo profundo donde se junta agua de las lluvias y sirve como reserva para los animales o su higiene.
[ii] Yaguaí: voz guaranítica para denominar a perro pequeño. Ruidos en el estómago similar a ladridos de perro que denotan hambre
[iii] Ánga: almas en voz guaraní.
[iv] Teyuruguay: látigo trenzado en voz guaraní.
# Guaraní: idioma de pueblos originarios en Sud américa


lunes, 16 de mayo de 2016

Liliana M Robles Escritora

Crea tu insignia

Ña Máxima la curiosa.


       Para mí que es verdad lo que todos dicen sobre esa Kuñátaí, la abuela sabe de eso ella me dijo hace mucho cuando era chica. ¡Mirá que es linda y grandota y quien no va a querer ser su novio! Ña Máxima la miraba fijo y repetía lo mismo cada dos minutos, Para mí que es verdad lo que todos dicen sobre esa Kuñátaí…
      Sobre Muñeca se cuentan muchas cosas, cosas de las que no se quieren hablar pero se murmuran en silencio, pero ahora Ña Máxima no aguanta más, se pregunta en voz alta como esperando que alguien del mas allá le diera alguna respuesta.
Muñeca, es una morocha grandota de piernas gruesas medio aindiada tiene ojos negros que terminan en unas pestañas que dan la impresión de ser unas pantallas que se acurrucan cada vez que las cierra y su cabello negro y pesado le llega casi hasta la cintura. Así es Muñeca, y con veinte años nunca se le conoció un novio… ¡ni uno que le novilleé nunca che raá, imposible! ¿Y por qué vá ser? Porque es verdá no má… decía Ña Máxima sin dejar de mirarla mientras que la Kuñátaí barría su patio. Hacía bastante que trabaja en su casa; llega siempre bien temprano, antes que el sol salga, se vá directo al galpón de la cocina, con rapidez y pocos movimientos reaviva el fuego del tizón que siempre queda prendido debajo del trebe, enseguida coloca una pava enorme y negra por el hollín amontonado con bastante agua para el cocido del desayuno, después barre, lava o lo que ese día le toque.
¡N dé! ¿Vó que pensá kuñá karaí? seguro es cierto, maémí, dónde viste que no se tenga ganas a los veinte, ¡iporã chéve y a ella no picó! A estas alturas Ña Máxima no podía dejar de hablar, era más fuerte que ella y quería saber… saber, como todos...
      Los sábados, todo seguía igual, muñeca llegaba antes de que amanezca, y su rutina se repetía con una única diferencia, ese día cobraba los pesitos que le pagaba Ña Máxima por su trabajo, entonces… entonces… entonces va a comprar en lo de karpiel … Compra siempre lo mismo… hojas de tabaco, las mas perfumadas y dulces, caña paraguaya la mas añeja y fuerte y algunos dulces de maní. Siempre lo mismo que guarda en su bolso viejo y gastado y después se va para su ranchada que queda más allá de la picada cortita detrás del monte en el que se abre un claro rodeado de baporús que emanan un profundo olor mentolado, donde un rancho principal, se estira de este a oeste y las piezas le suceden unas a lado de otras conectadas por la galería no muy ancha, la cocina y mas allá el tata cuá redondito y blanqueado con cal.
Dicen, que los sábados después de comprar en lo de karpiel, al atardecer arma unos cigarros pó guazú encerrada en su pieza mientras tararea bajito melodías que solo ella conoce. Cuentan también que en el tata cuá la espera alguien pasada la media noche, alguien que se anuncia con un silbido profundo como la oscuridad misma y que ella regresa cuando la luna se escapa. Pero nadie se anima a preguntar, tal vez simplemente no animen saber y es solamente Ña Máxima la que, sigue pensando en Muñeca, hablando y murmurando con la mirada fija en la noche y la noche… la noche suele ser peligrosa porque esconde muchos secretos, como ésta en la que no se escucha nada más que el silencio, pero Ña Máxima se animó a romperlo y casi sin darse cuenta dijo ¡Pea haé añeteté pombero kuñá pe Kuñátaí! ¡Ay che Dió, mi Dio santísimo, Dio padre! Todos tienen miedo de saber… menos Ña Máxima que no puede dejar de pensar quien espera a Muñeca en el tata cuá, quien silba llamándola a media noche y de quien es el enorme sombrero que ella esconde debajo de su cama.
     Seguía Ña máxima persignadose, con un no sé qué en el pecho y diciendo… ¡Ay che Dió, mi Dio santísimo, Dio padre! Virgencita de Caacupé protégenos, Virgencita de Itatí ayúdanos, Virgencita del Carmen… y fue en ese mismo instante en que un silbido escalofriante interrumpió sus rezos… ¿Mava péa? ¿Mava oí pépe? dijo temblorosa entre sollozos entre cortados y no tuvo tiempo de levantarse del sillón… una sombra oscura de algo que no supo que era apareció sin dejarse ver por un sombrero enorme… y solamente llegó oler el inconfundible aroma de tabaco dulce y después… después solamente escucho un silbido profundo que le paralizo hasta el último pelo y ahí no más le detuvo el corazón dejándola como dormida…
Nadie sabe que le pasó a Ña Máxima. La encontró Muñeca la mañana del lunes en su sillón bien muerta, con una mueca de terror que no pudieron sacarle ni para enterrarla. En su mano tenia apretando la cola de un cigarro pó guazú. Solamente yo sé… sé que Ña Máxima era una curiosa, una curiosa que quiso saber sobre Muñeca, de quien la hace suspirar en las tardes cuando arma esos cigarros enormes, saber sobre el que nadie puede ver y que aparece los sábados al oscurecer después de un silbido penetrante, sobre el que roba a Muñeca juramentos de amor y gemidos profundos detrás de la cocina y de lo que solo quedan al llegar el día, restos de cigarros armados, un intenso olor a caña, los ecos de una Muñeca enamorada y un amante misterioso que se anuncia con un silbido y se retira con un sapukái.
                                                                                           Liliana Robles

Kuñátaí: chica, mujer joven.
Iporã chéve: me gusta demasiado.
Kuñá karaí: mujer madura.
Pea haé añeteté pombero kuñá pe Kuñátaí: es cierto es la mujer del pombero.
Mava péa: quien es
Mava oí pépe: quien está ahí
N dé: vos
Pó guazú: cigarro grande

lunes, 2 de mayo de 2016

Cebollas en invierno



Cebollas en invierno.
Cebollas picadas con aroma a invierno

la cocina llena de humo, que esconde secretos

el fuego ardiendo, consumiendo el tiempo

naranjas, rojos y azules, tiritando, gruñendo.

Hollín pegado, en las paredes de adobe

arañas colgando, de bolsones viejos

panes secos, crujientes de recuerdos

el cántaro lleno de sed y sentimientos.

Cocina de trebe, de leña ardiendo

con olor a cebolla, con aroma a invierno.

 Liliana Robles

viernes, 8 de abril de 2016

El Silencio

El silencio.

Mientras el agua corre,
y se escurre entre tus dedos
y el olor a jabón, se desase en espuma
sobre el trapo viejo.
La olla hierve cocinando olvidos,
de leche quemada
y migajas caídas,
de papas peladas
y zanahorias podridas.
Mientras lavas los platos,
desentierras llantos
retienes aromas,
desdibujas momentos;
y el agua se escurre
se escapa de entre tus dedos,
como se escapa tu vida
desvaneciéndose
mientras yo enmudezco.

Liliana Robles

lunes, 21 de marzo de 2016

Huellas de Pedro Buda el formoseño

Huellas de pedro Buda El formoseño.
Este blog se los recomiendo
pebuwar2.blogspot.com
Hola quiero agradecer a Walter Hugo Rotela Gonzalez. Escritor Foroseño radicado en Uruguay hace muchos años por haberme entrevistado y dar a conocer mi literatura en ese país habiendome dedicado su iempo y espacio. Aqui pueden escucharla.

http://nuestrashuellasenlaeradigital.blogspot.com.uy/2016/03/video-de-la-entrevista-con-liliana.html

En destiempo



En destiempo.

Persiste el tiempo, desisten las horas
desaparece la vida, perdura la locura
se pierden los minutos, que se encuentran en segundos
en el infinito de la aurora, en lo perecedero de tu suspiro.
¿Hacia dónde has partido, dónde te has extraviado?
¿Acáso en el olvido o en el recuerdo de lo perdido?.
Ahora solamente...
sobrevive el deseo, sucumbe el apetito
se revuelve en la carne, se esfuma en lo etéreo
donde la dilación del alma inevitablemente te llama.
Liliana Robles

lunes, 7 de marzo de 2016

En las sombras




Este poema es parte del claro del olvido, los escribí en el mismo instante, sentada frente a la tranquera donde comienza el viejo cementerio despues de la curva. 

Silencio, oscuridad, noche
evocación  de la nada
almas que desandan el instante
y se escurren en lo profundo,
de muertes oscuras, de ánimas desterradas.
Sigilo de cuerpos dolientes
que gritan desde el desvelo
que escapan de tumbas malolientes
corruptas y olvidadas.
Lamentos sordos de huesos malditos
absurdos de pecados
alocados de deseos.
Silencio, oscuridad y noche
refugio de espectros y de sombras
de cuerpos inundados de recuerdos
de un tiempo de gozo,  del que solo quedan sobras.
Liliana Robles

El Deseo



¿Quién eres? pregunta la joven

metiéndose entre sus brazos;

Soy la noche, él responde

Soy el deseo, hecho retazos.

¿De dónde vienes? insiste ella

Vengo del monte, vengo del destiempo

de mas allá del recuerdo perdido

de mas allá de donde sopla el viento.

¿Qué buscas, en mi piel que te adora?

reclama ella entre suspiros ardorosa,

Tenerte, un instante en tanto dure la sombra

le contesta,y hacerte mía  
mientras reine la noche

¡Ahóra ya no preguntes, ya no supliques!

goza de mi boca y de mis manos

toma la noche disfruta de lo inmenso

recuerda el placer fugaz de mis besos

porque pronto llegará el día y todo se habrá ido

y solo quedará el recuerdo de lo vivido.
Liliana Robles