miércoles, 27 de enero de 2016

Nuestro Viejo Mango



 Nuestro Viejo Mango
-          El viejo mango aún esta… todavía tomo tereré debajo de ese mango, sola… -Dijo ella bajando la cabeza, y con la voz que le se apagaba.  No pudo mirarlo a los ojos como lo había imaginado todos estos años. Hacía mucho que se fue sin dejar ni siquiera una esquela. Se secó nerviosa las manos, en la falda gastada del batón de todos los días y miró por sobre su hombro. Todo en ella era tiempo, sus talones resquebrajados, que contaban de caminos de tierra caliente, de alpargatas baratas, y de días de pobreza. Sus manos secas y gruesas que hablaban de muchas cosechas, de algodonales inmensos, interminables. Y sus ojos… aquellos que alguna vez fueron los más lindos de la colonia, hoy describían a su alrededor, surcos infinitos dibujados por ríos de lagrimas, secos por el olvido. Entonces, se enderezo como intentando recobrar un poco de dignidad; esa que había perdido según todo el pueblo, cuando él la dejó con la panza llena y se fue a esa cosecha de la que nunca volvió…-Las historias no terminan y el mango todavía está. Yo voy para allá… -   Sintió en ese momento que ya lo había dicho todo, que no había nada más que decir y muy dentro suyo supo que nunca lo había hecho y ahora eso ya no importaba, entonces se dio media vuelta y caminando despacito enfiló para el rancho, mientras el silencio de los dos se arrastraba en su corazón, y un poquito más allá… los pasos de él, que después de veinte años y más había regresado…
-           
      -El mango… guaina ¿todavía está?- Fue lo único que se animó a preguntar…La esperó todo el día debajo del viejo algarrobo en la entrada al pueblo, sabía que como todas las tardes volvería de la chacra donde desde hacía años se deslomaba para el Patrón, el mismo para el que él también trabajó antes de irse. Cuando la vió venir cerquita de la curva, supo que era ella por la renguera que la torcía al caminar. Ya pasaba sin reconocerlo, mirando mas allá de la tarde caliente de enero, se enderezo cuanto pudo, se sacó el sombrero y lo apretó con las dos manos tratando de triturar la vergüenza y la tristeza que se le habían retobado en el alma.
      Ella lo miró…, lo vió y aunque la caña y el vino ordinario llenaban el aire el corazón se le detuvo en 20 años atrás, cuando él la beso debajo del mango al costado del rancho. -El mango Rosalba, ¿todavía está? ¿Te acordás cuando…? Pero no pudo seguir, bajó la cabeza y en silencio lloró como un mitaí, como seguramente lloró de hambre su mitaí… ese con el que le había llenado la panza antes de irse. Cayó de rodillas, levantó los ojos, pero ella no lo miraba… entonces la escucho… -Las historias no terminan y el mango todavía está. Yo voy para allá…-. Despacito y en silencio se levantó y la siguió… después de veinte años y más porque ahora había regresado.
Liliana Robles

No hay comentarios:

Publicar un comentario