sábado, 13 de febrero de 2016

El Demonio del olvido



Hoy, por una circunstancia feliz a razón de una pregunta, ¿Cuál fue tu primer escrito, poesía o cuento? recordé a este intento que quisiera compartir con Ud.
El Demonio del olvido
    Como cada día ya al atardecer se sentaba en ese banco frío y apenas hecho en el fondo de la casa donde alguna vez las guayabas y las paltas inundaron el aire con su aroma tan especial. Miraba a su alrededor… algunas azucenas y  campanillas regaban su poca vision o lo que de ella quedaba.  Las manos arrugadas juntas sobre la falda, del mismo batón viejo remendado por todos lados. Los pies descalzos, deformados por los juanetes apenas apoyados en el piso y la mirada perdida en la imagen de su virgencita, carcomida por la lluvia y el sol,  recostada a medio caer en la gruta que ya no sostenía nada más que restos de flores de papeles despintados.
    Sacó mecánicamente su rosario tan viejo como su fé y comenzó a repetir casi ausente sus plegarias eternas… daba gracias por todo, por la vida, los hijos, el amor, por él… ¡Cómo no hacerlo! si en cada rincón de su alma se guardaba un recuerdo… una sonrisa… una lagrima y siempre con él…. Incontables segundos vivídos, sumados en días, en años, en vidas y en muertes pero siempre con su presencia imponente, fuerte e inolvidable.
    Pero ahora... en este instante... su cabecita comenzaba a no recordar, a perpetuar aquello que no quería olvidar, aquello que ni siquiera podía saber exactamente que era… ¡ya todo era igual!, las horas, los días, los meses y lo que siguiera después… él no estaba… sólo quedaba aquel lugar… ese banco frío y olvidado, las plantas casi secas, las guayabas en el suelo podridas... y la virgencita de siempre…
    Cerró los ojos… secos y sin lágrimas, ya no quedaban… por un momento… creyó sentir su mano en el hombro acompañándola con un suspiro, por un instante recordó su figura, su rostro… y apretó los parpados viejos como su vida con más fuerza y pretendió resucitar su nombre, ese que repitió por años de tanto tenerlo… pero no pudo hacerlo… ya no podía… lo había olvidado….
    Entonces… sintió su perfume... olor a pasto y avena… era él… sí él…aquel… el de siempre, él ese que la amó hasta la muerte… Abrió los ojos… ahora todo estaba más claro... y siguió rezando con más fervor…porque ya recordaba… sí era él… su amor, su Dios, su alma.
Liliana Robles

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